Los emparejamientos entre humanos y seres
fantásticos en el cine animado nos han dejado ejemplos tan variopintos como La
sirenita (R. Clements y J.Musker;
1989) o La novia cadáver (T.Burton; 2005). Hace
tres años este mismo recurso, unido a una acertada dirección junto a una serie
de gags no especialmente imaginativos, contribuía contra pronóstico a disparar
a HotelTransilvania (G. Tartakovsky; 2012) por encima de los 358
millones de dólares de recaudación en todo el mundo. Tan suculenta
cosecha ponía en bandeja la secuela ahora estrenada que, al menos en parte,
corrige los defectos de su predecesora.
Divertimento familiar y sobre la familia, la
educación transgresora, los parentescos a regañadientes y la sobreprotección,
en Hotel
Transilvania 2 la pequeña Mavis y su atolondrado marido ya han
convertido en abuelo a un Drácula preocupado por transmitir a
su nieto los decimonónicos valores de su monstruoso linaje, preocupación que le
llevará a aprovechar una ausencia de los padres para pasar a la acción en
compañía de sus monstruosos camaradas. El hecho de que Adam Sandler firme esta vez el guión junto al reputado
humorista Robert Smigel no evita que ésa acción se haga esperar tras unos
reiterativos prolegómenos. Si bien queda patente un mayor esmero en gags como
el del GPS faltón, Frankenstein incendiando sin querer o el personaje de Blandi, ente verde y
transparente capaz de tragar todo tipo de objetos y que se mete de inmediato en
el bolsillo al pequeño espectador.
Como ocurriera con su predecesora, Genndy
Tartakovsky imprime una factura
impecable tanto a la animación como al ritmo vertiginoso, pero todo se supedita
a una historia de nuevo no lo bastante trabajada. Así por ejemplo, la posibilidad de
aprovechar el hecho diferenciador para reflexionar sobre los valores de una
mentalidad abierta queda reducida a una referencia a la “normalidad” del pequeño
que nos retrotrae a los más trasnochados clichés de la homosexualidad.
Con la obligada cuota a los papás (incluso a
los abuelos) manifestados en esos guiños al Drácula de Coppola,
el Joker-César-Romero
de la sesentera serie Batman e incluso un cierto aroma a La
familia Munster, Hotel Transilvania 2 privilegia el slapstick
hiperactivo para repetir talón de Aquiles en un guión, en buena medida,
desaprovechado. Por eso la sensación al salir del cine es que la mejora se ha quedado corta, que con otra vuelta de tuerca la historia de este abu-Drácula y familia podría haber llegado a trascender, en lugar de tan sólo entretener.
Seguramente en la presumible tercera entrega Sandler
y Tartakovsky
lo consigan.
Imagen Sony Pictures