lunes, 26 de octubre de 2015

Hotel Transilvania 2; Genndy Tartakovsky (2015)


Los emparejamientos entre humanos y seres fantásticos en el cine animado nos han dejado ejemplos tan variopintos como La sirenita (R. Clements y J.Musker; 1989) o La novia cadáver (T.Burton; 2005). Hace tres años este mismo recurso, unido a una acertada dirección junto a una serie de gags no especialmente imaginativos, contribuía contra pronóstico a disparar a HotelTransilvania (G. Tartakovsky; 2012) por encima de los 358 millones de dólares de recaudación en todo el mundo. Tan suculenta cosecha ponía en bandeja la secuela ahora estrenada que, al menos en parte, corrige los defectos de su predecesora.
Divertimento familiar y sobre la familia, la educación transgresora, los parentescos a regañadientes y la sobreprotección, en Hotel Transilvania 2 la pequeña Mavis y su atolondrado marido ya han convertido en abuelo a un Drácula preocupado por transmitir a su nieto los decimonónicos valores de su monstruoso linaje, preocupación que le llevará a aprovechar una ausencia de los padres para pasar a la acción en compañía de sus monstruosos camaradas. El hecho de que Adam Sandler  firme esta vez el guión junto al reputado humorista Robert Smigel no evita que ésa acción se haga esperar tras unos reiterativos prolegómenos. Si bien queda patente un mayor esmero en gags como el del GPS faltón, Frankenstein incendiando sin querer o el personaje de Blandi, ente verde y transparente capaz de tragar todo tipo de objetos y que se mete de inmediato en el bolsillo al pequeño espectador.
Como ocurriera con su predecesora, Genndy Tartakovsky  imprime una factura impecable tanto a la animación como al ritmo vertiginoso, pero todo se supedita a una historia de nuevo no lo bastante trabajada. Así por ejemplo, la posibilidad de aprovechar el hecho diferenciador para reflexionar sobre los valores de una mentalidad abierta queda reducida a una referencia a la “normalidad” del pequeño que nos retrotrae a los más trasnochados clichés de la homosexualidad.
Con la obligada cuota a los papás (incluso a los abuelos) manifestados en esos guiños al Drácula de Coppola, el Joker-César-Romero de la sesentera serie Batman e incluso un cierto aroma a La familia Munster, Hotel Transilvania 2 privilegia el slapstick hiperactivo para repetir talón de Aquiles en un guión, en buena medida, desaprovechado. Por eso la sensación al salir del cine es que la mejora se ha quedado corta, que con otra vuelta de tuerca la historia de este abu-Drácula y familia podría haber llegado a trascender, en lugar de tan sólo entretener.

Seguramente en la presumible tercera entrega Sandler y Tartakovsky lo consigan.
Imagen Sony Pictures