martes, 3 de noviembre de 2015

Veinte años de Toy Story


Un muñeco cow-boy inasequible al desaliento. Un héroe espacial articulado que no se sabe juguete. Con ellos, una troupe de divertidos, reconocibles secundarios de plástico que habitan el ilusionante paraíso/universo de una habitación infantil donde cobran vida sin que su dueño lo sepa. Sobre estos pilares John Lasseter  no sólo sentó las bases de su primer largo, Toy Story, sino que también abrió las puertas a una nueva era para el cine animado.

Visionario aprendiz de animador en Disney, donde asistiría deslumbrado a la gestación de la digitalmente pionera Tron (S. Lisberger; 1982), Lasseter  profundiza con Toy Story en un interés por la vida secreta de los objetos que ya exploró en cortometrajes como Luxo (1986) y Tin Toy (1988), realizados desde su entonces recién fundada productora Pixar. Con el aval de la primera nominación al Óscar para un corto de animación digital conseguida por Luxo, Lasseter  y su equipo proponen a Disney un film desarrollado a partir de Tin Toy  en el que Woody era un vaquero de juguete tipo John Wayne. Un tipo engreído y sin ningún aprecio por sus compañeros que presumía de ser el preferido de su dueño, al que predisponía contra el recién llegado Buzz Lightyear. La historia, que no pasaba de los 30 minutos, no fue del agrado de Disney que la consideró demasiado adulta. Habría que esperar a que años después la factoría y Pixar  firmaran un acuerdo de distribución para que hubiera alguna posibilidad de retomar el proyecto. Fue entonces cuando Lasseter  y los suyos se propusieron ultimar en dos semanas el borrador de una película de juguetes capaz de entretener a adultos, adolescentes y niños. Sería además, el primer film generado en su totalidad por ordenador. Disney, entonces en fase de estimulante experimentación, aceptó encantada el envite.

En aquellos principios de los noventa, producciones como Jurassic Park (S. Spielberg; 1993) o Casper (B.Silverling, 1995) tan sólo contenían seis y cuarenta minutos de animación digital respectivamente. La aventura de elaborar digitalmente todo un film obligó a Pixar a ampliar su personal de poco más de una veintena de empleados hasta casi un centenar. Serían necesarias más de 800.000 horas de procesado, repartidas en 110 aparatos diferentes y trabajando con más de 500.000 millones de bytes para almacenar toda la información. El resultado: 110.000 fotogramas, 1.570 planos, 76 personajes y 80 minutos de duración con unas calidades de movimiento, color, texturas, iluminación deslumbrante y niveles de detalle nunca vistos. Todo ello sin recurrir en lo más mínimo a la animación tradicional.

Sin duda el milagro es que, a pesar de tanta tecnología, en Toy Story prevalecen, como en los mejores títulos del cine animado clásico, la calidad de una gran historia y el alma de unos personajes igualmente sólidos. Una característica que luego se convertiría en marca de la casa y que fue posible gracias a que Pixar diseñó toda su tecnología para ponerla al servicio de los profesionales de la tradicional animación artesana. Con Toy Story el cine animado deja de ser coto privado de técnicos (como en el caso de Tron). Desde ahora serán los artistas quienes manejen y saquen el mejor provecho a una tecnología que adaptaba su solvencia profesional a esa nueva dimensión de formas generadas por códigos binarios.

Por eso en Toy Story el enorme poderío formal no ensombrece en ningún momento un relato elaborado y fascinante en lo que no deja de ser una buddy movie (película de colegas). A lo largo de la trama Woody y Buzz, tradición y modernidad, rivalizan hasta descubrir que comparten una insospechada amistad. La solidez de ambos protagonistas suma otro innovador ingrediente al descubrir Buzz que no es el héroe espacial que creía sino un juguete…y además fabricado en serie. Con esta atrevida pirueta existencial John Lasseter  profundizaba en su interés por los objetos presuntamente inanimados y, sin desequilibrar una mágica alquimia de comedia y aventura de acción trepidante, insertaba un punto de drama psicológico inédito para una película de dibujos animados.

Junto a una irresistible conexión nostálgica para los adultos que llevaban a sus hijos al cine, Toy Story privilegiaba un ritmo perfecto y una decidida apuesta sobre todo por la diversión y el humor. Desde el principio Lasseter  insistió en llenar la película de situaciones cómicas y buenos chistes para contrarrestar cualquier posible rechazo del espectador si aquellas nuevas imágenes digitales resultaban frías. En este punto cabe señalar que los defectos que se pueden achacar a Toy Story derivan de un diseño todavía tosco de los personajes humanos porque las nuevas técnicas digitales aún no eran capaces de resolver adecuadamente el problema de la textura de la piel. También el diseño del perro Scud resulta poco realista porque hasta Monstruos S.A. (Pete Docter; 2001) Pixar no consiguió dar con el software adecuado para representar el pelo animal de modo convincente.

Pero salvo estas puntuales carencias técnicas el diseño de los personajes de Toy Story no puede resultar más acertado. A los dos protagonistas doblados originalmente por Tom Hanks (Woody) y Tim Allen (Buzz) se suma un elenco de juguetes secundarios trabajados con idéntico nivel de exigencia por Lasseter y su equipo. Destacan un Mr. Potato con mucho carácter, el asustadizo dinosaurio Rex, el afable perro-muelle Slinky, un simpático Cerdito-Hucha, una ágil Pizarra Magnética y el ejército de soldados de plástico verde Bucket Soldiers, uno de los juguetes clásicos más famosos del mundo. La negativa de la casa Mattel impidió incluir en el reparto a la muñeca Barbie. Tras rasgarse las vestiduras al comprobar el enorme éxito de taquilla, la compañía dio luz verde a Lasseter para que aparecieran en la segunda entrega.

Estrenada en Estados Unidos el 22 de noviembre de 1995, Toy Story recaudó 40 millones de dólares estableciendo un nuevo récord de taquilla en el ranking de fin de semana de estreno. En conjunto terminaría por sumar más de 190 millones en Estados Unidos y 360 en todo el mundo. Además se convirtió en el segundo film más taquillero de 1995, sólo superada por Jungla de cristal: la venganza (J.McTiernan) y por encima de producciones como Apollo XIII (R.Howard) , Goldeneye (M.Campbell) o Seven (D.Fincher). Al elogio unánime de la crítica se sumó el reconocimiento de la Academia de Hollywood que nominó el guión y la banda sonora original de Randy Newman así como su canción Hay un amigo en mí. Si bien la única estatuilla que conseguiría la película fue un premio especial al “desarrollo y la inspirada utilización tecnológica que han hecho posible el primer largometraje de animación por ordenador”.

Esa tecnología que avanzaba a pasos agigantados y la misma autoexigencia de contenidos propiciarían las consiguientes Toy Story 2 (J.Lasseter, L.Unkrich y A.Brannon; 1999) que amplía la familia con la vaquera Jessie y el caballo Perdigón y Toy Story 3 (J.Lasseter, A. Stanton y L.Unkrich) la más oscura y pretendido punto final. Ambas revalidan éxito de crítica y público con una recaudación global cercana a los 2.000 millones de dólares y masivas ventas de juguetería y merchandising.

A pesar de su intención de dar por concluida la saga, en 2012 Pixar  anuncia que trabaja en una nueva entrega: Toy Story 4 estará lista en julio de 2018 y será una comedia romántica centrada en un romance entre Woody y la muñeca Bo Peep, aunque Pixar prefiere que este argumento funcione de forma independiente respecto a la trilogía.

Sea como fuere, larga vida a esos personajes que hace ahora veinte años nos tocaron por vez primera el corazón.

imagen: Pixar.