Un muñeco cow-boy inasequible al
desaliento. Un héroe espacial articulado que no se sabe juguete. Con ellos, una
troupe de divertidos, reconocibles secundarios de plástico que habitan el
ilusionante paraíso/universo de una habitación infantil donde cobran vida
sin que su dueño lo sepa. Sobre estos pilares John Lasseter no sólo sentó las bases de su primer
largo, Toy Story, sino que también abrió las puertas a una nueva era
para el cine animado.
Visionario aprendiz de animador en Disney,
donde asistiría deslumbrado a la gestación de la digitalmente pionera Tron
(S. Lisberger; 1982), Lasseter profundiza con Toy Story en un interés
por la vida secreta de los objetos que ya exploró en cortometrajes como Luxo
(1986) y Tin Toy (1988), realizados desde su entonces recién fundada
productora Pixar. Con el aval de la primera nominación al Óscar para un
corto de animación digital conseguida por Luxo, Lasseter y su equipo proponen a Disney un film
desarrollado a partir de Tin Toy en el que Woody era un vaquero de
juguete tipo John Wayne. Un tipo engreído y sin ningún aprecio por sus
compañeros que presumía de ser el preferido de su dueño, al que predisponía
contra el recién llegado Buzz Lightyear. La historia, que no
pasaba de los 30 minutos, no fue del agrado de Disney que la consideró demasiado
adulta. Habría que esperar a que años después la factoría y Pixar
firmaran un acuerdo de distribución para
que hubiera alguna posibilidad de retomar el proyecto. Fue entonces cuando Lasseter y los suyos se propusieron ultimar en dos
semanas el borrador de una película de juguetes capaz de entretener a adultos,
adolescentes y niños. Sería además, el primer film generado en su totalidad por
ordenador. Disney, entonces en fase de estimulante experimentación, aceptó
encantada el envite.
En aquellos principios de los noventa,
producciones como Jurassic Park (S. Spielberg; 1993) o Casper (B.Silverling, 1995)
tan sólo contenían seis y cuarenta minutos de animación digital respectivamente.
La aventura de elaborar digitalmente todo un film obligó a Pixar a ampliar su
personal de poco más de una veintena de empleados hasta casi un centenar. Serían
necesarias más de 800.000 horas de procesado, repartidas en 110 aparatos
diferentes y trabajando con más de 500.000 millones de bytes para almacenar
toda la información. El resultado: 110.000 fotogramas, 1.570 planos, 76
personajes y 80 minutos de duración con unas calidades de movimiento, color,
texturas, iluminación deslumbrante y niveles de detalle nunca vistos. Todo ello
sin recurrir en lo más mínimo a la animación tradicional.
Sin duda el milagro es que, a pesar de tanta
tecnología, en Toy Story prevalecen, como en los mejores títulos del cine
animado clásico, la calidad de una gran historia y el alma de unos personajes
igualmente sólidos. Una característica que luego se convertiría en marca de la
casa y que fue posible gracias a que Pixar diseñó toda su tecnología para
ponerla al servicio de los profesionales de la tradicional animación artesana. Con
Toy
Story el cine animado deja de ser coto privado de técnicos (como en el
caso de Tron). Desde ahora serán los artistas quienes manejen y saquen
el mejor provecho a una tecnología que adaptaba su solvencia profesional a esa
nueva dimensión de formas generadas por códigos binarios.
Por eso en Toy Story el enorme poderío
formal no ensombrece en ningún momento un relato elaborado y fascinante en lo que
no deja de ser una buddy movie (película de
colegas). A lo largo de la trama Woody y Buzz, tradición y
modernidad, rivalizan hasta descubrir que comparten una insospechada amistad. La
solidez de ambos protagonistas suma otro innovador ingrediente al descubrir Buzz
que no es el héroe espacial que creía sino un juguete…y además fabricado en
serie. Con esta atrevida pirueta existencial John Lasseter profundizaba en su interés por los objetos
presuntamente inanimados y, sin desequilibrar una mágica alquimia de comedia y
aventura de acción trepidante, insertaba un punto de drama psicológico inédito
para una película de dibujos animados.
Junto a una irresistible conexión nostálgica
para los adultos que llevaban a sus hijos al cine, Toy Story privilegiaba un
ritmo perfecto y una decidida apuesta sobre todo por la diversión y el humor.
Desde el principio Lasseter insistió en
llenar la película de situaciones cómicas y buenos chistes para contrarrestar
cualquier posible rechazo del espectador si aquellas nuevas imágenes digitales
resultaban frías. En este punto cabe señalar que los defectos que se pueden
achacar a Toy Story derivan de un diseño todavía tosco de los personajes
humanos porque las nuevas técnicas digitales aún no eran capaces de resolver
adecuadamente el problema de la textura de la piel. También el diseño del perro
Scud
resulta poco realista porque hasta Monstruos S.A. (Pete Docter; 2001) Pixar
no consiguió dar con el software adecuado para representar el pelo
animal de modo convincente.
Pero salvo estas puntuales carencias técnicas
el diseño de los personajes de Toy Story no puede resultar más
acertado. A los dos protagonistas doblados originalmente por Tom
Hanks (Woody) y Tim Allen (Buzz) se suma un elenco
de juguetes secundarios trabajados con idéntico nivel de exigencia por Lasseter
y su equipo. Destacan un Mr. Potato con mucho carácter, el
asustadizo dinosaurio Rex, el afable perro-muelle Slinky,
un simpático Cerdito-Hucha, una ágil Pizarra Magnética y el ejército de
soldados de plástico verde Bucket Soldiers, uno de los juguetes
clásicos más famosos del mundo. La negativa de la casa Mattel impidió incluir en
el reparto a la muñeca Barbie. Tras rasgarse las vestiduras
al comprobar el enorme éxito de taquilla, la compañía dio luz verde a Lasseter
para que aparecieran en la segunda entrega.
Estrenada en Estados Unidos el 22 de
noviembre de 1995, Toy Story recaudó 40 millones de dólares estableciendo un nuevo
récord de taquilla en el ranking de fin de semana de estreno. En conjunto
terminaría por sumar más de 190 millones en Estados Unidos y 360 en todo el
mundo. Además se convirtió en el segundo film más taquillero de 1995, sólo
superada por Jungla de cristal: la venganza (J.McTiernan) y por encima de
producciones como Apollo XIII (R.Howard) , Goldeneye (M.Campbell) o Seven
(D.Fincher). Al elogio unánime de la crítica se sumó el reconocimiento
de la Academia de Hollywood que nominó el guión y la banda sonora
original de Randy Newman así como su canción Hay un amigo en mí. Si
bien la única estatuilla que conseguiría la película fue un premio especial al “desarrollo
y la inspirada utilización tecnológica que han hecho posible el primer
largometraje de animación por ordenador”.
Esa tecnología que avanzaba a pasos
agigantados y la misma autoexigencia de contenidos propiciarían las
consiguientes Toy Story 2 (J.Lasseter, L.Unkrich y A.Brannon; 1999) que amplía la familia con la vaquera Jessie y el caballo Perdigón y Toy
Story 3 (J.Lasseter, A. Stanton y L.Unkrich) la más oscura y pretendido punto final. Ambas revalidan éxito de
crítica y público con una recaudación global cercana a los 2.000 millones de dólares
y masivas ventas de juguetería y merchandising.
A pesar de su intención de dar por concluida
la saga, en 2012 Pixar anuncia que
trabaja en una nueva entrega: Toy Story 4 estará lista en julio de
2018 y será una comedia romántica centrada en un romance entre Woody
y la muñeca Bo Peep, aunque Pixar prefiere que este argumento
funcione de forma independiente respecto a la trilogía.
Sea como fuere, larga vida a esos personajes
que hace ahora veinte años nos tocaron por vez primera el corazón.
imagen: Pixar.