viernes, 25 de septiembre de 2015

Historia del Cine Animado (I)


El origen de los dibujos animados hay que buscarlo antes del nacimiento del propio cine en los trabajos del francés Emile Reynaud. Perfeccionador del zoótropo e inventor del praxinoscopio, a Reynaud se le ocurrió dibujar figuras en una cinta de papel continuo que pasaba de una bobina a otra en vez de trazarlas, como se venía haciendo, sobre los espejos rígidos utilizados en anteriores artilugios. Reynaud  incorporó esta idea a un teatro óptico de su invención que mediante un sistema de lentes permitía proyectar las imágenes sobre una pantalla translúcida. El ingenio se completaba con un segundo proyector dedicado a plasmar imágenes fijas de los escenarios.

Con este teatrillo en miniatura, el 28 de octubre de 1892, Emile Reynaud presenta en el parisino Museo Grévin sus denominadas Pantomimas Luminosas. El programa de aquella proyección, considerada como la primera en la historia de los dibujos animados, estaba compuesto por tres títulos: Pauvre Pierrot (http://bit.ly/1FRPOP7), Clown et ses Chiens y Un Bon Bock. Ninguno superaba los cinco minutos de duración, pero sirvieron para demostrar un evidente salto cualitativo porque si el praxinoscopio apenas manejaba una docena de imágenes, el nuevo juguete permitía proyectar series de 500 o 600 dibujos.

Aquella histórica velada de Emile Reynaud sentaría las primitivas bases del cine animado pero todavía habría de pasar mucho tiempo hasta que unos dibujos fueran registrados en celuloide, los personajes carecían de alma o psicología alguna y el universo narrativo resultaba tan limitado como rudimentario. Para que el cine de animación fuera una realidad habría que esperar al invento del paso de manivela, decisivo en el desarrollo de los trucajes cinematográficos imagen por imagen que tan buena reputación darían a Georges Méliès o Segundo de Chomón. Pero tampoco será en Europa, sino en Estados Unidos donde se comiencen a explorar las inmensas posibilidades de estos trucajes puestos al servicio del papel y el lápiz.

Será el considerado padre de la animación norteamericana J. Stuart Blackton, quien en 1900 presente The Enchanted Drawning (http://bit.ly/1FwBYVa). En esta breve película vaudevillesca  el propio artista aparecía dibujando un rostro cuyas expresiones cambiaban y con el que interactuaba limitadamente mediante un tosco empleo del stop-motion. Seis años más tarde, Blackton va un poco más allá con Humorous Phases of Funny Faces (http://bit.ly/1YDJt3d), corto en el que varios personajes trazados con tiza aparecen, se mueven y desaparecen. Esta vez el autor ha pasado a segundo plano y sólo vemos sus manos que entran y salen de campo ocasionalmente para dibujar o borrar. En todo caso, la inclusión en la obra del dibujante que muestra su proceso creativo se convertiría en una explicativa constante. Una especie de justificación necesaria para aquellos pioneros todavía inseguros respecto al potencial narrativo del naciente cine animado.

Inspirado por los trabajos de Blackton el francés Émile Cohl  seguirá idéntico procedimiento en Fantasmagorie (1908), filme de 700 dibujos, todavía tosco y con personajes más esquemáticos, pero donde ya se aprecia una narrativa más fluida, lineal y coherente. Habría que esperar hasta 1914 para encontrar indicios de verdadera narrativa del cine animado en una producción cuidada y meticulosa. Su título es Gertie the Dinosaur  y su autor Winsor McCay.