No hace mucho un peque de nueve años me hablaba
de Hora de Aventuras como “los dibujos que nos gustan a todos los
niños y a ninguna madre”. Tan
contundente diagnóstico viene a corroborar treinta años de evolución cartoonesca, la brecha
generacional entre quienes echaron los dientes con la inocencia de La
Abeja Maya, Willy Fog o David el Gnomo y la ingente legión
de pequeños espectadores seducidos por el innovador delirio animado creado por Pendleton
Ward.
Norteamericano
de 1982, autor de webcomics, animador televisivo e icono hipster, Ward prende
la mecha en 2006 cuando presenta a Nickelodeon un corto en el que un
niño y un perro mágico se ven envueltos en surrealistas aventuras. Nickelodeon
rechaza el proyecto, pero su más de un millón de visitas en Internet
deciden a Cartoon Network a quedarse con el caramelo y la serie debuta en
los receptores norteamericanos el 5 de abril de 2010.
Ambientada
en Ooo,
un mundo postapocalíptico pero pleno de magia, color y fantasía, Hora de Aventuras tiene
como gran héroe y único humano superviviente de la catástrofe a Finn, un
chaval de 12 años al que acompaña su hermano adoptivo y mejor amigo: se llama Jake
y es un perro amarillo capaz de cambiar de forma. Con temeridad manifiesta el
dúo recorrerá Ooo desfaciendo entuertos
a vueltas con personajes como la inquieta Princesa Chicle, del
reino de Chuchelandia, la consentida nube Princesa del Espacio Bultos,
el Rey
Hielo obsesionado con encontrar esposa, el poco paciente Conde
Limoncio, la rockera vampiresa Marceline o un mayordomo de
misterioso pasado que atiende por Menta. Secundarios en forma de gato
peligroso, criaturas gominola, robots
y magos sin cuento completan un escenario de extravagancia y humor absurdo
donde la única coherencia reside en la lógica aleatoria del caos. Un disparate
lisérgico pero sustentado en tramas reconocibles como puedan ser la búsqueda de
tesoros, el rescate de princesas o las batallas, espada en mano, con monstruos
terribles.
Recursos
clásicos de eficacia probada tamizados ahora por la despiadada demolición de la
clase media norteamericana que el cartoon
ha venido practicando, cual gota malaya, durante las últimas dos décadas.
Una deconstrucción traducida en mayor permisividad en cuanto a contenidos explícitos
gracias a la herencia de arietes como Ren & Stimpy, Vaca
& Pollo, Beavis y Butthead, South
Park, Padre de Familia o los Simpsons. Nutrientes indispensables
para un Pendleton Ward que bautizó inicialmente a Finn como Pen
para coronarlo alter ego de su propia infancia.También Jake tiene su fundamento: no sólo está inspirado en
Tripper,
el personaje de Bill Murray en Los incorregibles albóndigas (Ivan Reitman,
1979), Ward asegura además que Jake era el nombre de un perro
amarillo real que mató a un amigo suyo. Terapias animadas aparte, Pendleton
Ward
completa Hora de Aventuras con ingredientes tan universales como la
amistad, el heroísmo o el valor del trabajo en equipo, eso sí, despojados de
toda moralina. En opinión de Guillermo del Toro la serie aborda
temas grandes o pequeños pero siempre fundamentales y por eso los protagonistas
también se enfrentan a numerosos problemas. Desde la crisis de identidad al
descubrimiento de la madurez, pasando por el amor platónico o…la burocracia, anotándose hasta la fecha como pirueta más arriesgada la sonada atracción lésbica
entre Marceline y la Princesa Chicle. Una voladura no del
todo controlada que se saldó con el despido del productor Dan Rickmer.
De irreverente encanto para adultos sin
prejuicios y colección de “bromas de hipsters y para hipters” a
ojos de sus detractores, lo cierto es que Hora de Aventuras no habría
alcanzado su status de serie de culto de no contar desde el
principio con el respaldo incondicional de Internet y su colosal maquinaria de webs
especializadas, fanfiction, gifs, merchandising,
etc… Elevada a la categoría de referente de la animación actual, ganadora de dos
premios Emmy y calificada por The
New Yorker como“uno de los programas más filosóficamente
arriesgados y a menudo conmovedores de televisión” las medallas no deben ocultar lo esencial:que ante todo Hora de Aventuras es pura diversión.
Bajo su envoltorio deslumbrante y surrealista, los personajes de trazo
sintético y los diálogos ingeniosos, sus tramas llenas de fabulosas peripecias
sólo están al servicio del puro goce directo y optimista, mientras sus
pretendidas insolencias no pasan de puntuales travesuras hipsters encriptadas que únicamente
mamás, papás y mayorzotes en general serán capaces de descifrar.
Porque el
espectador infantil sólo se va a quedar con el factor lúdico y eso es lo que
importa: que al sonar la canción de Templeton que abre cada episodio la
mente del niño se deje llevar por la imaginación. Una imaginación desbordante y
no más irreverente que la grandiosa libertad de la propia infancia.
imagen: Cartoon Network