domingo, 6 de septiembre de 2015

Hora de Aventuras.- P. Ward (2010)


No hace mucho un peque de nueve años me hablaba de Hora de Aventuras como “los dibujos que nos gustan a todos los niños y a ninguna madre”. Tan contundente diagnóstico viene a corroborar  treinta años de evolución cartoonesca, la brecha generacional entre quienes echaron los dientes con la inocencia de La Abeja Maya, Willy Fog o David el Gnomo y la ingente legión de pequeños espectadores seducidos por el innovador delirio animado creado por Pendleton Ward.

Norteamericano de 1982, autor de webcomics, animador televisivo e icono hipster, Ward prende la mecha en 2006 cuando presenta a Nickelodeon un corto en el que un niño y un perro mágico se ven envueltos en surrealistas aventuras. Nickelodeon rechaza el proyecto, pero su más de un millón de visitas en Internet deciden a Cartoon Network a quedarse con el caramelo y la serie debuta en los receptores norteamericanos el 5 de abril de 2010.
Ambientada en Ooo, un mundo postapocalíptico pero pleno de magia, color  y fantasía, Hora de Aventuras tiene como gran héroe y único humano superviviente de la catástrofe a Finn, un chaval de 12 años al que acompaña su hermano adoptivo y mejor amigo: se llama Jake y es un perro amarillo capaz de cambiar de forma. Con temeridad manifiesta el dúo recorrerá Ooo desfaciendo entuertos a vueltas con personajes como la inquieta Princesa Chicle, del reino de Chuchelandia, la consentida nube Princesa del Espacio Bultos, el Rey Hielo obsesionado con encontrar esposa, el poco paciente Conde Limoncio, la rockera vampiresa Marceline o un mayordomo de misterioso pasado que atiende por Menta. Secundarios en forma de gato peligroso, criaturas gominola, robots y magos sin cuento completan un escenario de extravagancia y humor absurdo donde la única coherencia reside en la lógica aleatoria del caos. Un disparate lisérgico pero sustentado en tramas reconocibles como puedan ser la búsqueda de tesoros, el rescate de princesas o las batallas, espada en mano, con monstruos terribles.
Recursos clásicos de eficacia probada tamizados ahora por la despiadada demolición de la clase media norteamericana que el cartoon ha venido practicando, cual gota malaya, durante las últimas dos décadas. Una deconstrucción traducida en mayor permisividad en cuanto a contenidos explícitos gracias a la herencia de arietes como Ren & Stimpy, Vaca & Pollo, Beavis y Butthead, South Park, Padre de Familia o los Simpsons. Nutrientes indispensables para un Pendleton Ward que bautizó inicialmente a Finn como Pen para coronarlo alter ego de su propia infancia.También Jake tiene su fundamento: no sólo está inspirado en Tripper, el personaje de Bill Murray en Los incorregibles albóndigas (Ivan Reitman, 1979), Ward asegura además que Jake era el nombre de un perro amarillo real que mató a un amigo suyo. Terapias animadas aparte, Pendleton Ward completa Hora de Aventuras con ingredientes tan universales como la amistad, el heroísmo o el valor del trabajo en equipo, eso sí, despojados de toda moralina. En opinión de Guillermo del Toro la serie aborda temas grandes o pequeños pero siempre fundamentales y por eso los protagonistas también se enfrentan a numerosos problemas. Desde la crisis de identidad al descubrimiento de la madurez, pasando por el amor platónico o…la burocracia, anotándose hasta la fecha como pirueta más arriesgada la sonada atracción lésbica entre Marceline y la Princesa Chicle. Una voladura no del todo controlada que se saldó con el despido del productor Dan Rickmer.
De irreverente encanto para adultos sin prejuicios y colección de “bromas de hipsters y para hipters” a ojos de sus detractores, lo cierto es que Hora de Aventuras no habría alcanzado su status de serie de culto de no contar desde el principio con el respaldo incondicional de Internet y su colosal maquinaria de webs especializadas, fanfiction, gifs, merchandising, etc… Elevada a la categoría de referente de la animación actual, ganadora de dos premios Emmy  y calificada por The New Yorker como“uno de los programas más filosóficamente arriesgados y a menudo conmovedores de televisión”  las medallas no deben ocultar lo esencial:que ante todo Hora de Aventuras es pura diversión. Bajo su envoltorio deslumbrante y surrealista, los personajes de trazo sintético y los diálogos ingeniosos, sus tramas llenas de fabulosas peripecias sólo están al servicio del puro goce directo y optimista, mientras sus pretendidas insolencias no pasan de puntuales travesuras hipsters encriptadas que únicamente mamás, papás y mayorzotes en general serán capaces de descifrar.

Porque el espectador infantil sólo se va a quedar con el factor lúdico y eso es lo que importa: que al sonar la canción de Templeton que abre cada episodio la mente del niño se deje llevar por la imaginación. Una imaginación desbordante y no más irreverente que la grandiosa libertad de la propia infancia.


imagen: Cartoon Network