A cualquier espectador de Pixar que tenga ocasión de ver
la cara de Peter Sohn le vendrá inmediatamente a la memoria aquel
entusiasta explorador de Up (Pete Docter, 2009) llamado Russell.
Efectivamente el personaje se creó a partir de las facciones de este animador,
guionista y actor de voz que ahora debuta como director de largos con El
viaje de Arlo. Más que un privilegio todo un papelón si tenemos en
cuenta que Sohn vino a sustituir a un reemplazado Bob Peterson en este
proyecto tortuoso y mil veces reescrito. Por si fuera poco se trata de la
primera vez que Pixar estrena dos películas en un año (el mismo año de la
aclamada Inside Out) y si añadimos que la cinta coincide con el
celebrado veinte aniversario de un tótem llamado Toy Story (John
Lasseter, 1995) el hacha de las comparaciones se afila todavía más ante
un título que tampoco parece aportar demasiado.
Concebida como periplo iniciático con toques de western, El
viaje de Arlo plantea la relación entre un apatosario y un humano en un
hipotético planeta Tierra donde el meteorito que iba a destruir a los
dinosaurios pasó de largo. Un supuesto poco original relatado con excesiva
simpleza y protagonizado por unos personajes faltos de ése carisma al que Pixar
nos tiene acostumbrados. Empalagoso por momentos y de situaciones humorísticas
no muy inteligentes, el film también cae en el resorte fácil de la lágrima, así
como en los más reconocibles tópicos sobre la amistad, la familia o la pérdida
de la inocencia.
Pero frente a estas debilidades, El viaje de Arlo apabulla
con su poderosa y fotorealista factura visual. Aprovechando al máximo las
posibilidades de los grandes espacios abiertos, Sohn y los suyos recrean
tangibles ríos, majestuosas montañas y deslumbrantes horizontes. Imágenes desbordantes
de riqueza visual que logran imponer la emoción sobre la sensiblería, haciendo prevalecer
el poder evocador de la infancia antes que la posible congoja que puedan
despertar en el pequeño espectador aspectos como la muerte o la hostilidad del
mundo, también presentes en el film.
Mucho más Disney que Pixar, El
viaje de Arlo es una historia que hemos visto demasiadas veces, pero
también demuestra como la factoría que alumbró Toy Story no ceja en su
empeño de romper cualquier límite creativo que se ponga por delante para seguir
explorando nuevos caminos estéticos. Como diría Buzz Lightyear : “Hasta
el infinito y más allá”.
Imagen: Pixar