Si algo ha caracterizado históricamente a la animación española es
su proverbial enroque en un doliente discurso aspiracional. Abonada al mantra
del se-hace-lo-que-se-puede-frente-al-todopoderoso-modelo-norteamericano-de-dibus-que-insistimos- en-calcar,
ni siquiera el inesperado éxito de Las aventuras de Tadeo Jones (Enrique
Gato, 2012) parece haber servido para aliviar complejos. Así lo
evidencia Atrapa la bandera, producción en la que el mismo equipo
responsable de aquel Indiana Jones animado más taquillero
que innovador vuelve a tropezar en similares piedras.
Adoradora sumisa de los arquetipos comerciales imperantes, Atrapa
la bandera apuesta por el entretenimiento para todos los públicos rehuyendo
toda floritura para ceñirse a lo previsible. En lugar de explotar las
atractivas posibilidades de una reconciliación familiar inmersa en la épica de
la carrera espacial, la trama subraya demasiado esos lazos paterno-filiales descuidando
las posibilidades de la aventura cósmica. El trío protagonista de personajes infantiles resulta demasiado reconocible pero en los secundarios las deseadas ínfulas Pixar no
consiguen desarrollar al 100% las posibilidades cómicas de la muy limitada
mascota-lagarto. Menos logrado todavía es el trazo del magnate villano yanqui
que no pasa de antipático, tosco y olvidable. En el haber sí resulta notable el
personaje del abuelo. Fuerte, herido y crepuscular compone un trasunto animado de los space
cowboys de Clint Eastwood que constituye el mayor logro del film.
Más afortunada en la forma que en el fondo, mimada e irreprochable
en un acabado visual más pudiente tras el éxito de su predecesora, el
espectador adulto también podrá rastrear en Atrapa la bandera alguna
fugaz testimonial remembranza de Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) y es
que sin duda Enrique Gato y los suyos han depurado su estilo. Por eso habría
sido deseable menos dependencia y más riesgo para que la misión del cine
animado español termine de una vez por todas de creérselo y despegue en busca de su propio
camino. Para que llegue a creerse incluso, capaz de pedir la luna.